lunes, 17 de agosto de 2015

Operación Saavedra


Un trabajo de escritura colectiva a cargo de 5° año –2015


I. Las personas
II. El hecho
III. La evidencia


I.                   LAS PERSONAS

Sofía Ramírez
Sofía Ramírez era bastante pequeña de estatura, corta de palabras, tímida, como de quince años, tan tímida que esquivaba la amistad de sus compañeros, temerosa de las bromas de algunos y sin el valor para devolverlas. Siempre fue la menos arrojada a las travesuras, la más torpe en los juegos y la más responsable en clase, aunque no tenía las mejores notas, quizás su propia introversión le impedía decir lo que sabía.
Esa tarde se encontraba en su casa haciendo la tarea de inglés, materia que le gustaba mucho. Se sintió con ganas de despejarse un rato de todo y decidió ir al parque a pasar un rato con su perro; le puso la correa, salió de su casa, hizo dos cuadras por la avenida, rodeó el club atlético y tomó la avenida derecho al parque.

Tomás
Ese día Tomás se despertó temprano porque debía ayudar a su papá a cortar el pasto de su casa. Tomó mate con su mamá y con una sonrisa se fue al patio, donde desde temprano ya estaba su papá.
Tomás es un poco perezoso, pero le encanta ayudar. Cortó el pasto, podó los árboles y en el cantero en frente de la ventana de la cocina puso las flores violetas, esas que tanto le gustan a su mamá.
El cansancio se estaba apoderando de Tomi. El sol cada vez más fuerte quemaba el rostro agotado de su papá.
Justo al mediodía escuchó el gran llamado: “la comida está lista”. Su mamá los esperaba con un gran pastel de papas, su comida favorita.
Después de compartir el almuerzo con su familia Tomás decidió tomar una ducha reconfortante para después juntarse con sus amigos a jugar al futbol.
No se había terminado de cambiar cuando escuchó el timbre. Acto seguido la voz de su mamá que anunciaba la llegada de Ciro y Lautaro buscando a Tomi para ir al parque.
Los tres amigos se dirigieron a la casa de Leandro, después a la de Bautista y por último a la casa de Juan, donde los esperaba el resto del equipo.
Todos juntos, con una pelota, una botella de agua y un celular con música, entre bromas, algún picadito y muchas risas se dirigieron al parque.
Plena tarde, mucho calor, interminables carcajadas, mucho verde, suave brisa del viento, amigos, miradas cómplices, gritos de ¡¡¡goooool!!! Tensión ante algún penal. Resultado del partido: “empate”, y ¡¡¡sí!!! “Ante todo la amistad”, dijo Tomi después de haber corrido un buen rato.
Cansados se tiran boca arriba en el pasto. Disfrutando ya la nochecita agradable. Juegan casi como quien no quiere la cosa a describir la forma en las nubes. “Una tortuga” dice Martín, “un dragón” dijo Juan, “un auto” dijo Tomi… Un OVNI dice Bautista. ¿Dónde, dónde? Preguntan todos y Bauti, señalando el cielo les muestra algo con luces brillantes que se acercaba muy rápido.


Titi
Micaela o Titi (como lo llaman en su familia) vuelve el fin de semana a su pueblo, después de varios meses, ya que su vida de estudiante muy alejada de su lugar natal le impide ir muy seguido a visitar su gente, sus amistades, su familia.
Tiene 26 años. Es una chica alta, rubia, de mirada clara. Es la más chica de 7 hermanos (4 varones y 3 mujeres), la más mimada.
Apasionada por la carrera que eligió, siempre sonriente, de pocas palabras y muy detallista. Viste diariamente ropa deportiva, de colores llamativos y es amante de la naturaleza.
Entusiasta por su lugar de origen, ama lo verde.
Esa mañana soleada de sábado ella se despertó, tomo unos mates con su familia y alrededor de las 13:00 am, su mamá le preparó su comida preferida, pastel de papas. Siendo las 16 horas sacó del garaje el auto de su hermano mayor, preparó el equipo de mate y salió a recorrer el pueblo, a observar la naturaleza, sus paisajes, sus olores, su calidez tan añorada.
Después de tantos recuerdos y casi sin darse cuenta terminó en el por qué viendo cada árbol, observando la gente que había.

Juanqui
Se llamaba Juan. Muchos lo conocían por el apodo más que por el nombre (Juanqui), el apellido en este pueblo casi no era necesario, solamente se usaba para algún trámite; tiene 30 años.
Juanqui era hombre alegre, tenía muchos amigos, trabajo y familia, era jugador de fútbol del club del pueblo, y amante de los asados. Esta  fue la razón que no lo haría faltar a aquella cita en el parque. Acomodó sus horarios y como prometió, allí iba a estar.

Valentina
Era un día como todos los otros para mí, hacía lo mismo que siempre, mantenía mi rutina. Me levanté muy temprano, limpiaba mi casa con mamá y luego fuimos a hacer unas compras. Siempre la acompañaba para ayudarla con las bolsas. Para mí, sí que era tiempo valioso y pensé entonces que disfrutaba de mi compañía. Nos dirigimos a la góndola de lácteos y había un grupo de chicas comentando un tal evento en el parque de la localidad. Como curiosa me quede cerca, pero mi mamá me llamaba en la cola para la caja. De camino a casa, la duda y la curiosidad se movían de lado a lado en mi cabeza. A las 12:00 nos sentamos todos a almorzar, ayudé a juntar la mesa un poco después y subí a mi habitación. Dormí una siesta de esas que reparan cualquier mañana rara que haya tenido algo mínimo de diferente. Me desperté a las 16:42PM, miré por la ventana y era un día hermoso. Preparé el equipo de mate, lo metí en mi mochila, me puse las zapatillas deportivas y dejé una nota en la mesa a mi mamá. Yo tenía todas las cualidades pero sobre todo era curiosa y nunca me gustó eso de dejar de perseguir lo que a mí me parecía, tenía opinión propia y una definida decisión, si algo en mi cabeza rondaba… ¡Yo tenía que saber que era! Así que empecé a caminar para el parque.

Sofía González
Sofía González era una chica de 17 años, estatura media, morocha, alegre, amable y de ojos oscuros.
Aquel día estuvo con su familia, con la que le encanta pasar tiempo. Cuando terminó de almorzar  tomó su bici y salió a andar  por el pueblo. Luego de un rato, ya aburrida, pasó por su casa, agarró a su perrito Max y fueron hacia el parque, un día soleado, lindo para caminar. Al llegar al parque, había un par de jóvenes. Se sentó en el pasto un rato con Max, después de un rato le sacó la correa. Este salió corriendo, Sofía fue atrás de él, pero al llegar al lugar en donde se paró Max, quedó sorprendida y aterrada con lo que se encontró allí.

Pedro
Pedro era un adolescente de la localidad de Saavedra que vivía junto a sus padres y su gatito.
Ese día Pedro se levantó temprano para poder ordenar un poco su pieza. Luego de ordenarla se encontró a su madre cocinando lo que a él más le gustaba, canelones de verdura, y llamó a su padre para desearle buenos días.
Luego de comer, se sentía muy cansado por lo que se acostó a dormir un rato. Al despertar salió a correr hasta el parque; allí se encorno con sus amigos…


Juan Pablo
Juan Pablo tiene 32 años, casado y padre de dos hijos. Trabaja en el campo todo el día y ve a su familia a la noche únicamente. Es alto, con buen físico y además es muy sociable.
Al terminar la semana, cansado de trabajar, al fin llego el día del descanso: esa tarde se juntó con Martín, prepararon el mate y fueron al parque, dejando a su mujer y a sus hijos en la casa, quienes irían más tarde.

Martín
Martín Pérez tenía unos 30 años de edad. Era alto, morocho y corpulento. Amigable, tranquilo y querido. Una persona sin una creencia política ni religiosa fija. Creía en la existencia de extraterrestres o de espíritus y de la vida en otros planetas.
Era el segundo hijo de Juana García y Fernando Pérez.
Toda su vida vivió en Saavedra, hasta que terminó la secundaria y se fue a vivir a Bahía Blanca, donde estudió psicología durante 6 años hasta recibirse. Vivió 3 años y medio más en Bahía y decidió volver a su pueblo que tanto quería. En él se puso en pareja con María, quien vivía en su pueblo desde chica y se conocían de toda la vida. Ellas era profesora de educación física. Se casaron, formaron una familia y tuvieron 2 hijos.
Martín siempre mantuvo una gran relación con sus amigos de Saavedra. Una de esas era la que tenía con Juan Pablo. Era Juan Pablo con el que más tiempo pasaba, con el que se veía más seguido.
Una tarde de sábado, decidieron ir al parque a pasar el día con sus familias. A eso de las 3 de la tarde, Martín  se dirigió a lo de Juan Pablo junto a uno de sus hijos; María y el otro niño irían más tarde.
Al ir más tarde, María no verá “el hecho”.  

Marcos
Un día como hoy, Marcos estaba en su casa esperando que se hicieran las 15:00 para ir al parque y juntarse con sus amigos a tomar mate o jugar a la pelota.
Cuando llegó vio que las demás personas que estaban allí no prestaron atención a lo que pasaba; pero él y sus amigos se quedaron tan asombrados al ver semejante cosa que ninguno podía decir una palabra. Estaban todos con la boca abierta y mirando muy atentos, nunca en su vida habían visto algo así y luego cuando todo terminara seguirían recordando lo sucedido.
Uno de los amigos de Marcos se desmayó de la impresión. 


II.               EL HECHO

El sol se escondía del otro lado de las sierras y desde el parque algunos lo veían caer. Otros jugaban a la pelota, unos pocos protestaban porque el mate estaba lavado y uno de ellos volvía del baño imaginando los ricos choripanes que iba a preparar. Aunque no se sabe exactamente qué pensaba cada uno de ellos, es seguro que todos dejaron de pensar instantáneamente. Cuando vieron esa luz potente que bajaba silenciosamente, dejaron el mate, la pelota, los pensamientos y el sol: abrieron la boca y los ojos les quedaron como dos huevos fritos. Nadie dijo nada. Una cosa extraña rodeada por una luz blanca bajó del cielo y se posó suavemente en el verde de aquel parque saavedrense. Hizo unas piruetas muy simétricas, quemó gran parte del pasto y después de ¿media hora? se fue sin decir ni mú. Aunque algunos aseguran que la visita extraterrestre duró treinta minutos como mínimo, gran parte de los testigos afirma que no fueron más de cinco minutos. Nadie puede conocerlo con certeza puesto que lo que menos se les ocurrió fue mirar el reloj. Cuando la “cosa-nave” se perdió entre el ya casi oscuro cielo, muchos de los presentes se levantaron (siempre en silencio y con movimientos lentos) y fueron al lugar de las piruetas. Ellos fueron los primeros en ver lo que los seres espaciales nos habían dejado como recuerdo. En el césped quemado del parque se leían dos palabras gigantes.

Muy pocos se animaron a contar lo que vieron (muchos tenían miedo a ser tildados de locos. Ya sabemos, pueblo chico…). De todos modos, al mensaje lo vimos todos. Porque naturalmente después, durante bastante tiempo, al pasar por el acceso se podía leer desde la ruta el “te amo” dibujado en el pasto. Más de una pareja aprovechó la ocasión para sacar selfie y subir a Facebook. Las 17 personas que estaban aquella tardecita nunca publicaron nada. Algunos terminaron con psicólogo y pastillas para dormir. Otros no le dieron mayor importancia. Y uno de ellos, dicen las malas lenguas del pueblo, vuelve todas las noches al lugar esperando otro mensaje del más allá. No nos alarmemos. Pero estemos atentos.  




III.            LA EVIDENCIA


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